De forma cotidiana, y casi sin darnos cuenta, tenemos la tendencia a tocarnos los ojos, principalmente para frotarlos cuando estamos cansados, aliviar un picor o un escozor. Pero este gesto, aparentemente sin importancia que realizamos casi a diario, no es conveniente para la salud de nuestros ojos.
Frotándonos conseguimos estimular la producción de lágrimas, cosa que suaviza ese picor de forma temporal y hasta puede deshacer esa incómoda sensación de arenilla.
Sin embargo, podemos conseguir el mismo efecto aumentando la frecuencia de parpadeo y evitando cualquiera de las siguientes razones por las que rascarnos los ojos no es de ayuda para nuestros ojos:
Infecciones: frotarse los ojos con las manos puede provocar infecciones, ya que estas no siempre están perfectamente desinfectadas. En las manos abundan hasta 150 diferentes tipos de bacterias y gérmenes debido a la diversidad de objetos que entran en contacto con ellas.
Deformaciones: si el frotado se hace de forma intensa y prolongada en el tiempo, esto puede contribuir al desarrollo de queratocono, patología que se deriva de una deformación de la córnea. A pesar de no causar ceguera, la capacidad visual se ve significativamente reducida y, en casos extremos, ser necesario un trasplante de córnea.
Lesiones: el frotado puede rayar y dañar la córnea. En caso de tener sensación de arenilla especialmente, ya que de haber un objeto extraño instalado en nuestro ojo, puede producir raspado al desplazarlo violentamente de un lado para otro. En el caso de que el picor que buscamos erradicar sea provocado por algún tipo de alergia, el frotado puede aumentar la reacción del agente alérgeno y empeorar la situación.
Ojos rojos: ya hemos hablado con anterioridad sobre las rojeces en los ojos, las cuales comparten un gran número de patologías oculares. Sin embargo, al rozar con fuerza, los vasos sanguíneos pueden aumentar la rojez, provocando una irritación aún mayor.
Líneas de expresión: la piel que rodea nuestros ojos es la de mayor delgadez en todo nuestro rostro, al no contar con glándulas sebáceas, los tirones constantes derivados del frotado pueden provocar un estirado en la piel que, con el tiempo, dará lugar a marcas de expresión y diferentes arrugas por haberse plegado la piel.
Miopía y glaucoma: para las personas que ya sufren de miopía o glaucoma, este tipo de acciones puede empeorar su situación. Cuando nos frotamos ejercemos una presión superior a la que nuestro ojo está acostumbrado y, por lo tanto, reducimos el flujo sanguíneo y empeoraremos la visión.
Como podemos ver, en estos casos, es peor el remedio que la enfermedad, por lo que es importante evitar estos malos hábitos y sustituirlos por un parpadeo más frecuente. Si con esto y un poco de tiempo no conseguimos deshacernos del picor, lo mejor será acudir al oftalmólogo, pidiendo cita en cualquiera de nuestros centros y así que un profesional experimentado pueda valorar el problema que le presentemos y nos dé un tratamiento eficaz.
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