Anatómicamente, nuestros oídos son realmente complejos, aunque a grandes rasgos los podríamos dividir en dos sistemas: el periférico y el central. En el sistema periférico encontramos tres partes diferenciadas: los oídos externo, medio e interno.
El oído externo consiste del pabellón auricular o aurícula, el canal auditivo y el tímpano. El oído medio es un pequeño espacio lleno de aire que contiene tres huesos pequeños, conocidos como los huesecillos del oído: el martillo, el yunque y el estribo. El primero conecta con el tímpano, es decir, con el oído externo, mientras que el estribo une el oído medio con el interno.
Por último, el oído interno o laberinto es donde encontraremos los órganos encargados del equilibrio y de la escucha. Esta última se conoce como cóclea, palabra que viene del griego y que significa caracol; viendo su forma de espiral, es un nombre bastante adecuado. La cóclea está conectada con el sistema auditivo central, que a su vez abre un camino hacia la corteza auditiva primaria del cerebro.
Ahora que ya conocemos un poco los distintos elementos que forman parte de la escucha, llega la hora de descubrir cuál es su funcionamiento.
¿Cómo escuchamos?
El acto de escuchar es un proceso bastante complejo, al igual que su anatomía. Y, de hecho, la mejor forma de entender este proceso, es analizando la función específica de cada elemento.
El pabellón auricular o pinna se encarga de captar las ondas sonoras de nuestro alrededor, que no dejan de ser vibraciones del aire, y de ahí pasan al canal auditivo. Estas ondas sonoras hacen vibrar el tímpano, que a su vez provoca un movimiento en cadena en los huesecillos del oído medio, transfiriendo las vibraciones hasta la cóclea, en el oído interno.
La Vibración del estribo, el último de los huesecillos, provoca un movimiento ondular en el líquido de la cóclea, la endolinfa, que a su vez estimula unas células microscópicas llamadas células ciliadas internas.
Estas células están “programadas” para responder a los distintos sonidos basándose en su tono o frecuencia; los tonos más agudos estimularán las células ciliadas de la parte inferior de la cóclea, mientras que los sonidos graves provocarán la reacción de las células situadas en la parte superior de la misma.
Este proceso se completa cuando cada una de estas pequeñísimas células genera un impulso nervioso acorde con el sonido que ha percibido, y este conjunto de impulsos nerviosos viaja de forma prácticamente instantánea a través del nervio auditivo hasta la corteza auditiva del cerebro, donde se realiza la conversión de estos impulsos a un sonido interpretable e interpretado.
Cómo ves, es un proceso complejo y delicado; de ahí que debamos prestar tanta atención a que nuestros oídos estén en perfectas condiciones; si uno de los engranajes falla, el total se resiente. Así que no lo dudes, cuida debidamente de tus oídos, y en caso de duda, contacta con nosotros y te resolveremos todas tus cuestiones sin problemas.
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